domingo, 25 de abril de 2010

¿QUIÉNES SOMOS?


Releyendo El mundo de Sofía, me doy cuenta de la gran influencia que tuvo ese libro en mi vida. Me maravilló la manera que tenía el autor de hablar de filosofía, y las teorías que fueron sucediéndose en el mundo (occidental). Leía las ideas, me empapaba de sus locuras, y sentía que debía superar de algún modo a todos aquellos canallas que tuvieron el placer de pensar primero. Al final, todo se reduce a mi afán por elevarme sobre los demás, y señalarles el suelo. Los demás, a parte de mí. Yo y Ellos. Nosotros. ¿Quiénes somos?

Sofía Amundsen recibe aquella carta, al comienzo del libro, en la que sólo se podía leer "¿Quién eres tú?". La niña empieza a preguntarse quién es ella (cosa que acaba respondiendo al final). Sofía Amundsen, se dice a sí misma. ¿Y si no se llamara Sofía Amundsen sería otra persona? Ella cree que no. El nombre no importa. Pero si se apellidara García. ¿No tendría unos padres españoles y estaría viviendo en otro lugar (o en otro tiempo)? Probablemente. Pero nadie le pregunta quiénes son sus padres, sino quién es ella. Su identidad. La que la diferencia de otras niñas suecas. Claro que ella tiene su propia personalidad y cuerpo, su propio adn.


Pero la identidad es lo que demuestra su diferencia y singularidad de cara al resto del mundo. Somos lo que nos llaman. Cuando nos identifican como un número, es en un número en lo que nos convertimos. Para ellos. Para los demás. A veces nos reconocen por la ciudad de la que venimos o por el país del que apenas conocemos nada. Simplemente por el origen, que se hace más patente cuanto más lejos estamos de casa. Somos portugueses, o somos alemanes o somos españoles. Y dependiendo para quién, podemos ser europeos, occidentales o asiáticos. Además, nuestro verdadero origen puede importar bien poco si somos negros, hispanos o chinos. Puedes vivir toda tu vida en un país, y seguir siendo extranjero. Nos clasifican en razas o etnias, como perros. Pero nuestra condición social también clasifica. Cubrimos nuestras necesidades físicas y sociales o vivimos en la pobreza. Incluso podemos distinguir entre aquellos que están ávidos de recursos, o aquellos que apenas los logran. Somos unos pijos o somos unos pordioseros. La religión también puede marcar severas diferencias o la ideología política. Eres un facha o eres un rojo, en cualquier caso eres moro y me das asco.

Esto además implica que se nos puede colgar una etiqueta, que se nos adjudiquen unas características que, se nos asemejen o no, se nos presupongan por el hecho de ser de un origen, etnia o afinidad política. Son prejuicios, pero ¿tienen algo de cierto?


¿Existimos como colectivo?. El entorno donde nos desarrollamos marca nuestra personalidad y ya sea en mayor o menor grado, sin duda, deja una huella imborrable. Adquirimos una cultura colectiva, una manera de comportarse común. Y nos gusta que queden patentes esas diferencias. No somos como ellos. Ese pensamiento posee una dualidad. Por un lado admitimos que somos diferentes, y esto nos aporta una riqueza cultural. Un valor propio que atrae la curiosidad y nos hace a todos interesantes. Por otro lado, somos diferentes y nos repugnamos por ello. Vemos al otro con desconfianza, miedo, odio. Nos sumergimos más en nuestra identidad colectiva y no nos importa en absoluto aquellos que estén fuera del círculo. Puede pasar a la inversa. Podemos asquear nuestro círculo social o pensar que no tenemos ningún vínculo con nuestros supuestos semejantes, y entonces, salir de él, y darnos cuenta de que nos parecíamos más de lo que creíamos.


Una película me motivó para escribir este artículo o texto. Poco tiempo más tarde volví a motivarme pero no escribí ni una línea. Ha pasado más de un mes y sigo volviendo a esta página para terminar de escribir lo que quiero decirle al mundo, o a mi mismo por escrito. Cada vez que recuerdo aquella película, vuelvo aquí. Se titulaba Hotel Rwanda. Trata sobre el genocidio que se cometió en Ruanda en 1994, y que sucedió gracias a la complicidad de todos. La economía geopolítica, la historia, los medios de comunicación, la ignorancia y la pasividad de los demás. Se dieron muchos factores, y aún así sigo preguntándome cómo es posible algo así. La gente consideró que sus vecinos, sus hermanos no formaban parte de su identidad colectiva. Creían firmemente que los otros no eran personas. Eran cucarachas. Y por ello los mataban a cuchillazos. Hombres, mujeres, niños. Y esto era lo mejor que les podía pasar. Muchas mujeres o niñas pequeñas fueron violadas brutalmente. En fin… podría explayarme para hacer sentir mal al lector, pero para eso está la película. Es difícil igualmente entender como podemos ser tan crueles con los animales, los otros habitantes del planeta, pero es más difícil entender como podemos llegar a tener tanto odio, tantísimo odio y rabia en nuestro interior como para poder cometer tales barbaridades contra otros seres humanos. Quizá sea fácil para mí decir eso. Para entenderlo deberíamos meternos en la piel de un hutsu ruandés. O de una víctima tutsi. Pero, tratando de hacer una pequeña comparación, que no equiparación, podemos recordar la guerra civil española. Quién tenga familiares entre los republicanos, podrá sentir la rabia e impotencia del perdedor y la sed de venganza. Alguna vez me he imaginado matando a gente. A mucha gente. Y la rabia me acompañaba. En mi ensoñación, no sentía lástima por nadie, sólo odio y desesperación. Quizá es lo que sintieron aquellos que acuchillaban y violaban. Quizá podría hacerlo yo también. Pero, de todos modos, me costaría entenderme. ¿Cómo se puede hacer tanto daño? Estas cosas me hacen detestar las identidades colectivas. No obstante, el grupo también puede protegernos. Acogernos en su seno. Nunca más nos sentiremos solos, pues somos uno más de un todo. O eso creemos.

Y si existe una identidad colectiva, ¿Quién soy yo? ¿Soy un ser independiente? Espero que sí. Tengo mi propia personalidad y puedo tomar mis decisiones. No necesito a los demás, pero, por favor, que no me abandonen en un bosque. Necesito vivir rodeado de gente. De acuerdo, soy uno de ellos, pero soy. Yo soy. Y ¿quién soy? Bueno, ¿a ti qué te importa?, desconocido. No sé quién eres. Pero yo sé quién soy. O por lo menos sé quién soy para los demás. No me conocen completamente. Existen partes de mi que nadie conocerá nunca. Quizá algún día alguien explore entre los recovecos más íntimos de mi cabeza. Preferiría que no. Desearía que sí. Es complicado entregar a otro individuo todo lo que hay en nuestra cabeza, todo lo que pensamos, recordamos, todo lo que somos. Creo que es eso a lo que llaman Amor. Investigaremos sobre ello.


Pero, de repente, me ha surgido otra pregunta. He dicho anteriormente “todo lo que somos”. Y ¿qué somos? Nos preguntábamos, o me preguntaba yo sólo (no sé por qué hablo en plural) por nuestra identidad social. Qué somos para los demás. Pero ¿qué somos realmente? Seres humanos. Animales mamíferos. Organismos pluricelulares. Realmente somos una obra de arte de la naturaleza. Tenemos una capacidad de adaptación y supervivencia bastante alta. Podemos mirarnos desnudos ante el espejo y decir ¡guau! Qué perfección (algunos más que otros). Somos un 70% agua. El resto es piel, huesos, órganos, vísceras y demás tejidos que desconozco. Pero si morimos, o mejor dicho, cuando muramos (todos moriréis) ¿seguiremos siendo nosotros? En mi opinión no. Quedaran nuestros cuerpos inertes. Esto es, somos unos cuerpos vivos y algo más.


Permanezcamos desnudos, mirándonos al espejo. Después de haber recorrido con la mirada nuestro ser físico, lo que hay, lo que se puede tocar, mirémonos a los ojos. Fijamente. ¿Qué hay? ¿El alma? ¿alguien ha demostrado que exista? Entonces dejemos esa estupidez. Nos miramos a los ojos y vemos un ser consciente, medianamente inteligente. Estamos con nosotros mismos. Nuestro pensamiento. Nuestra personalidad. Nuestro ser. Se encuentra en el cerebro. Y básicamente es lo que somos. Cuando pensamos en ser o cuando pensamos quién ha ganado el partido, nuestro pensamiento parte de allí. Nuestra consciencia es el cerebro. Entonces ¿somos nuestro cerebro? Al igual que el cuerpo aloja nuestro cerebro, éste también aloja aquello que nos permite pensar. ¿Y qué es exactamente lo que nos permite pensar? La verdad es que no conozco muy bien (por no decir nada) el funcionamiento del cerebro. Acabo de leerlo en el wikipedia, (la actual fuente de conocimiento común) y no me ha quedado muy claro. Para qué voy a mentir. Puesto que esto no va a leerlo nadie, sería mentirme a mi mismo. Pero creo que lo que nos permite pensar, por donde discurren nuestros pensamientos y aquello que somos, es la bioelectricidad que sirve de conductor para los neurotransmisores, unas sustancias químicas que provocan la transmisión del sistema nervioso. Supongo que no lo he entendido bien. Pero, en definitiva y para acabar esta basura, creo que en realidad sólo somos unas corrientes eléctricas en un tejido orgánico. Sólo eso. Algo minúsculo determina nuestra forma de ser y quiénes somos. Aunque podemos necesitar toda la vida para saberlo con certeza. Y es posible que, llegado el momento, nos equivoquemos. No somos nadie….

jueves, 4 de febrero de 2010

VIOLAR Y MATAR NO ES NADA MALO (ni bueno) I por Alejandro José P.E

Todos sabemos lo que es el Bien y el Mal. Aunque, a veces, hacemos caso omiso del significado de estas palabras para conseguir aquello que nos interesa, en el fondo entendemos qué es lo que está bien y qué es lo que está mal. Y lo sabemos porque nos lo han enseñado. Ellos (padres, profesores, religión, gobierno, televisión, instituciones, etc.) se han encargado de repetírnoslo una y otra vez para que siempre lo tengamos en cuenta. Sólo haciendo las cosas que están bien y evitando las cosas que están mal, podemos ser buenas personas. Y por supuesto queremos ser buenas personas. O por lo menos queremos que los demás piensen que somos buenas personas. Podemos decir de alguien que tenga una autoridad sobre nosotros, que es un hijo de puta, un cabrón, un mal nacido, un estúpido retrasado, un desgraciado soplapollas procedente del vómito de un perro y demás improperios. Pero decir que es una mala persona sería pasarse. No lo decimos a menos que lo creamos en serio.

Si lo pensamos un poquito, caeremos en la cuenta de que las palabras Bien y Mal están muy presentes en nuestras vidas. De modo que si queremos hablar sobre este tema deberemos preguntarnos (me encanta preguntarme cosas) qué significan estas palabras. ¿Qué es el Bien y qué es Mal? ¿A qué cosas les atribuimos el término bien y a cuáles bla bla (sabéis lo que iba a decir)?. Bueno, podríamos mirarlo en el diccionario. Es como la fuente de conocimiento común. Pero para buscar esta fuente, este pensamiento único, deberemos remitirnos a la Wikipedia. La enciclopedia más utilizada en Internet. A la que casi todo el mundo (de aquellos que utilizan Internet, claro está) acude para conocer cualquier cuestión que se pregunte. Pero ya hablaré en otra ocasión de esta fuente de información. Sobre el Bien dice lo siguiente:

El bien es el valor otorgado a una acción de un individuo, es una inclinación natural a fomentar lo deseable, motivado por una comprensión del entorno, de las personas (por ejemplo a través de un profundo ejercicio de la empatía) y/o de uno/a mismo/a.

¿Qué os ha parecido? Antes de considerarla, vayamos directamente a la del Mal.

“Mal es el término que determina la carencia de bondad que debe tener un ente según su naturaleza o destino. De esta forma, el mal es el valor otorgado a algo que reúne dicha característica, en ocasiones apartándose de lo lícito u honesto, perpetrando desgracia o calamidad, convirtiéndose en consecuencia en malo.

También podría exponer la definición de estos dos conceptos desde el punto de vista de filósofos muertos, religiones extintas o cualquier otro que haya hablado sobre ello. Es algo sobre lo que se ha pensado mucho. Como ya he dicho, está muy presente en nuestras vidas. Por eso, no voy a aburrir al lector copiando y pegando opiniones, como también han hecho otros antes. Soltaré mi mierda y ya está.

En la definición de Bien de la wikipedia en Español, nos habla de ello como un “valor” que se otorga a aquel que fomente lo “deseable” de las personas y/o de uno mismo. Además, nos dice que es un instinto natural. Vaya. A lo mejor es la definición más correcta. No lo sé. Pero todo me parece muy discutible. ¿Y en la del Mal? El Mal es la ausencia de bien, y el valor que se le otorga a algo que fomente la desgracia. Vale, tampoco voy a perder el tiempo echando por tierra estas definiciones. Para eso está el maldito foro (qué lo es) de discusión de la Wikipedia. Tan sólo los utilizaré como punto de partida. Entonces ¿Qué son el Bien y el Mal? Valores que se otorgan. Se otorgan suena a impersonal. Pero en realidad, las cosas no se pueden autootorgar. A ver si me explico. El word empieza a tacharme en rojo. Mal vamos. (uy, he dicho mal, he otorgado un valor a mi situación ¿o se ha autootorgado la situación el valor malo? No, simplemente word ha dicho incorrecto, y yo lo he otorgado, vale,vale, más despacio…). Punto y a parte para aclarar ideas. Aoejfasodjfadojfqaoe. Qué os perdéis… seguidme.

Estos conceptos son valores. Los valores se valoran. ¿Quién valora? ¿Una muñeca hinchable usada? ¿El universo? ¿Un perro? A lo mejor valora si la comida es buena o mala. Entonces, los perros valoran. Hablaré de los perros más adelante… pero ¿quién valora y otorga los valores? ¿Quién crea Dioses y luego los envía al infierno? La maravillosa y apestosa humanidad. Otro tipo de perros. Por ejemplo, un insulto es una descalificación, es decir, una calificación. Bueno, pues mucha gente me dice que soy gilipollas. A lo mejor es verdad. Pero es una calificación. No un adjetivo. Yo soy moreno. Cuando estoy sólo en mi cuarto sigo teniendo el mismo asqueroso color de pelo (¿por qué no tendré el pelo del color del sonido?). Pero ¿sigo siendo gilipollas? No es una enfermedad. No se puede demostrar que sea gilipollas. Algunos pueden considerarme el puto amo, mientras otros pueden considerarme gilipollas. Pero es un valor que me otorga el ser humano. Sin humanidad, dejo de ser gilipollas, subnormal, bueno o malo. Estaréis pensando… que sí, que ya sabemos a dónde quieres llegar…..calma, ¡calma joder, ya voy al grano!. Es el ser humano quien otorga los valores del bien y el mal. Un valor positivo y otro negativo. Como plagiado de la electricidad. Está claro.

Vale ¿y en base a qué otorgan esos valores? ¿Por qué otorgan esos valores positivos y negativos? Por fomentar lo deseable o lo indeseable. Y otra pregunta más e intento escribir sin preguntas. Lo prometo. ¿Qué es lo deseable? Lo que nos conviene. Voy a intentar hablar de la humanidad en general. No voy a ignorar la cultura del hombre, pero seguro que en cada rincón del planeta cada pueblo tiene su concepto de bien y mal (incluso cada humano). Por eso, hablaré de los conceptos globalmente establecidos (y ya sabéis cómo se establecen las cosas) a nivel colectivo. Una vez he aclarado el sujeto, nos preguntamos por el objeto. A la humanidad le conviene la subsistencia. Continuar y crecer y permanecer inmortal en el tiempo. Es decir, queremos vivir, disfrutar la vida, y que nuestros hijos (muy probablemente los tendremos, aunque digamos que no) vivan, y así, así, hasta que todo se vaya al caralho, y cuando más tarde sea eso, mejor. Como cualquier otra especie animal. Ya veis, detrás de unos conceptos filosóficos, subyace la biología del planeta. Se trata de sobrevivir. El mundo natural es capitalista. Sólo sobreviven los mejores. Qué curioso, el neoliberalismo irresponsable proviene directamente del instinto. La solidaridad es lo cultural, lo antinatural ¿o no?.Pero ya hablaremos del capitalismo en otra ocasión. Y también dejamos más adelante lo del instinto y la cultura. Por eso he dejado lo de los perros. Madre mía, que cacao que llevo….

Creo que me he perdido. Vale, a ver, vale. Sí. Espera. Sí, vale. Tenemos un deseo biológico. Un objetivo a largo plazo. Sobrevivir. El conocimiento del bien y el mal nos ayuda a alcanzar este objetivo, a la vez que marcan las reglas del juego. Si queremos sobrevivir, tendremos que hacer el bien, pero si hacemos alguna cosa mal, moriremos y nos quemaremos en el infierno sufriendo una lenta y larga agonía. Vera sophia….

¿Y cómo se hace el bien? Ayudando al prójimo y a ti mismo. Parece un problema y una solución. Una absurda ecuación. Si A se suma 1, será A+1, de lo contrario, sería A0 o incluso A-1. No, amigos míos. Esta mierda matemática no puede ayudaros. A no ser que introdujéramos variables, bla, bla. Y tampoco. Por ejemplo. Tienes que ayudar a un grupo de gente, pero al hacerlo estás condenando a otras personas a la muerte. Y viceversa. Tienes simpatía por ambos grupos. Desde tu punto de vista y tus convicciones morales, ambos se lo merecen (acabo de recordar que no había mencionado la palabra moral). ¿A quién salvas? ¿Cuál sería la buena acción? ¿Dejarlos morir? Que respuesta más estúpida jajajjeajejaejaejaejej En el mundo real, los grupos no serían exactamente iguales. Cómo tampoco las acciones pueden ser esencialmente buenas, o esencialmente malas. Nada es blanco o gris. Hay toda una paleta infinita de tonalidades grises. Las matemáticas no pueden resolver todos los problemas, porque no todos los problemas pueden ser resueltos, ni tienen solución (aquí podrían discrepar muchos).

VIOLAR Y MATAR NO ES NADA MALO (ni bueno) II por Alejandro José P.E

Voy a empezar a poner ejemplos y aquí viene lo interesante del texto. Todo lo que habéis leído hasta ahora es pura mierda. Cuando pensé en escribir esta entrada, pensé en los ejemplos. Aunque este se me acaba de ocurrir. Si un padre le compra una muñeca a su hija para hacerla feliz ¿es una buena acción? Bueno, es su padre. Casi es una obligación. Y es un bien que se ha hecho a sí mismo. Es su hija, su descendencia. La supervivencia de su memoria. Podría habérsela comprado a la niña más pobre del barrio también… el desinterés debería ser un requisito para hacer el bien. Si no, se trata de un intercambio. Cómo cuando una empresa regala su producto a cambio de publicidad. Está entregando un bien, a cambio de otro bien. Intercambio de bienes. Eso es comercio. El comercio puede fomentar lo deseable. Pero no se hace con el objetivo de fomentar lo deseable en los demás, pero sí lo deseable para uno. Bueno, podría aceptar que se trata de un bien para uno mismo. Pero, ¿y si el padre ha comprado una muñeca fabricada por una niña a la que le obligaban a trabajar a base de hostias? El padre está fomentando desgracias en aquella niña… Sin embargo, él no lo sabía. No tiene la culpa de la situación económica mundial. Sólo es un pequeño actor. ¿Y si lo sabía? Todos, o muchos, hemos oído noticias sobre cómo se fabrican las cosas que son muy baratas (incluso las caras). Él lo ha oído por las noticias, incluso ha tenido una charla con algún amigo. No le parece bien. Pero, no tiene dinero para comprarle una muñeca más cara y fabricada con garantías (supuestas garantías). La compra, aunque se siente un poco mal.

Pobre hombre. Para que su hija pueda ser feliz, otros niños tienen que sufrir. Qué mundo más maravilloso, Louis. Este padre está haciendo el bien a los de su entorno. Y, además, causando desgracia a gente que no conoce. ¿O sí los conoce? Tiene un amigo que fabrica muñecas, sin embargo, él compra las más baratas. Así que su amigo pierde el trabajo porque la gente no compra las muñecas de su fábrica. El padre, a quien no le importa el sufrimiento de aquellos que no conoce, cosa que podemos entender, que no justificar, se siente mal por su amigo. Así que decide no comprar esa muñeca a su hija, compra las muñecas con garantías, es decir, las muñecas que produce su amigo. Y entonces, aquella pobre niña desgraciada a la que dan de hostias para que trabaje más, pierde su trabajo ya que la gente ha dejado de comprar muñecas baratas fabricadas por niños torturados. Así que la obligan a prostituirse. El padre, que quería dejar de fomentar desgracias a niños esclavos y, sobre todo, fomentar el comercio local para que su amigo tuviera trabajo, no ha conseguido ninguna de las dos cosas. La niña ahora es puta. Y su amigo no ha recuperado el trabajo, porque su fábrica la han deslocalizado y transportado a un país donde esclavizan a más niños, así que él también acaba prostituyéndose. Aunque a su amigo sí le gusta prostituirse. Y ha encontrado un nuevo rumbo en su vida gracias a la prostitución homosexual. Su vida es mejor que cuando estaba en la fábrica. Pero eso es otro tema.

Volviendo a la seriedad, ninguna de las repercusiones importa, pues al padre no le interesa el bien del planeta, como a todos nosotros. Pero no he escrito todo esto para demostrar que somos todos unos hijos de puta, y el que no se lo considere es un hipócrita. Eso está claro. El quid de la cuestión es que a veces resulta imposible hacer el bien. Por no decir que es prácticamente imposible realizar una acción que fomente lo deseable para todas personas. Nunca llueve a gusto de todos (vaya, tanto texto, y al final la frase más típica lo resume). Incluso a veces, es muy difícil evitar acciones que no traigan desgracias a los demás. Y viceversa. Aunque intentáramos joder a todo el mundo, alguien saldría beneficiado. Puede ser frustrante ser el malo de la película. Hay una línea muy delgada entre los conceptos del bien y el mal. Es muy fácil decir que no te gusta robar cuando tienes un plato de comida caliente en casa desde que eres un niño. Pero cuando tienes hambre y nadie te alimenta, entonces robar pasa de ser un mal hábito a una necesidad. ¡Para, para, para un momento! ¿Pero qué coño estoy diciendo? ¿Es que me voy a poner a contar un rollo sobre mi moral precisamente en un artículo sobre el Bien y el Mal? ¡Eso es! Mi moral… o sea, la moral (Gracias Woodie, por tu egocentrismo contagioso).

Había olvidado mencionarla. Tenemos la moral, nuestra moral. Es aquella lista interiorizada sobre lo que está bien y está mal. Partimos de una base aprendida. Absorbemos la moral de la sociedad, de nuestros padres. Todos esos valores que resultan insostenibles provenientes de cualquier acción, cualquier humano. Sólo con nuestra existencia, sólo por nacer, ya estamos provocando desgracias al resto de seres vivos y destruyendo nuestro planeta (o por lo menos, llenándolo de basura). La mejor persona es una persona muerta, porque es imposible hacer el Bien. Pero creemos que existe. Y poco a poco, personalizamos esos valores, y tenemos nuestra propia moral. Que puede ser muy distinta de alguien que viva en otra cultura, o en el cuarto de al lado. Y justo cuando tenemos nuestra moral de barrio bien perfilada, te ves a ti mismo haciendo algo que pensaste que jamás harías. Y vuelves a cambiar de valores. Hasta que te das cuenta que podrías cambiar todos. Y podrías seguir sintiéndote bien contigo mismo. Por que ninguno de esos valores aprendidos es el definitivo. Ninguno de ellos es sagrado. Por que Dios no existe. No hay cielo e infierno. No se trata de ciencia. Es que nadie podría ir al Cielo o al infierno. Todos serían inocentes y culpables. Aquellos a quienes convirtieron cruel y despiadadamente en víctimas, pasan a ser verdugos. Y los verdugos, no obtienen la misericordia cuando acaban siendo las víctimas( de otro modo, no lo serían). En realidad, todos son víctimas. Del mundo natural. Por eso, no existe el Bien y el Mal (buf, me ha costado decirlo). Son valores egoístas, absurdos, imposibles e inexistentes.


Ahora, es ahora, cuando volvemos a lo de los perros, el instinto y la cultura. Los animales, esos seres cuyo comportamiento nos empeñamos en diferenciar del nuestro, distinguen lo que les conviene y lo que no les conviene (sobre lo que conocen, y lo que puedan conocer, si es que pueden conocer). Por ejemplo, para concretar y no meterme goles en propia meta, un perro sabe si le apetece comer un pastel, o tirarse a la perra del parque. No se pregunta si está bien follarse a la caniche de la vecina, si la perrita le dará su permiso o lo que puedan decir de él. Porque es lo que quiere hacer, en ese momento. Lo hace por instinto (a menos que obtenga un estímulo negativo repetidamente por parte de su dueño; palizón). Nosotros tenemos nuestra cultura. Nuestro lenguaje. Somos capaces de entender algo sin que nos den azucarillos. Tenemos nuestros valores, inventados antes por otros, y reinventados por nosotros, para alejarnos del deseo instintivo y conseguir el objetivo a largo plazo. La supervivencia. Podemos desear a una chica de 15 años, pero si la violamos, le crearemos un trauma que podría impedirle mantener relaciones sexuales en un futuro, y de este modo, impedir que tenga descendencia (que nadie piense que no es capaz ser influyente). E incluso si la matamos, después de violarla claro, ya hemos atentando decididamente contra la vida humana. Y eso no es conveniente para nuestra supervivencia. No fomentamos lo deseable hacia las otras personas. Y por eso, no está bien. Pero, en realidad el Bien no existe. Nos lo hemos inventado para sobrevivir. Pero es imposible, como nuestra supervivencia. Nada está bien o está mal. Sólo existe lo que nos conviene, y lo que no nos conviene. Y lo inconveniente, lo que ahora nos resulta inaceptable, el Mal, será conveniente cuando lo necesitemos.

Por eso niños, no está mal violar y matar a una menor, si no nos importa en absoluto la vida humana. Si no podemos empatizar con su sufrimiento, no estamos haciendo nada malo. Es incorrecto decir que un psicópata no diferencia el Bien del Mal. A nadie le importa si se dedica a torturar las ratas de su casa. Nos importa que nos ataque a nosotros (o a cualquier ser u objeto que protejamos). El problema de un psicópata es no saber discernir lo que es deseable para su entorno humano de lo que no lo es. Sólo es un niño incapaz de aprender la tabla del 1, castigado en la esquina, separado del resto de la clase, y más cerca del instinto que todos fueron dejando atrás. Supongo que el problema de un psicópata será más complejo. No tengo un conocimiento suficiente para hablar de estos temas psicológicos. Pero sí tengo el conocimiento (o el atrevimiento) de poder elaborar mis propias estructuras ideológicas. Acertadas o erróneas. Puedo reírme a carcajadas cuando se muera un bebé a mis pies o patearlo como un insecto, si el resto de la gente ignora el sufrimiento de un viejo mendigo agonizando en la calle. Quizá no tenga moral, pero es que la moral de los demás es absurda (egoísta, imposible e inexistente).

¿Qué ha querido decir todo esto? Que somos libres para rechazar nuestra cultura, hasta donde nuestro límite instintivo y natural nos permita. Nuestra realidad no marca las diferencias entre lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto. La verdad no prevalece sobre el engaño. No hay ningún comportamiento censurable por el universo. ¿Significa eso que podemos hacer lo que queramos? ¿Significa que podemos robar, humillar, torturar y matar a quien nos plazca, y rechazar la empatía y solidaridad porque son comportamientos antinaturales? Sí y No. Podemos hacer lo que nos apetezca. Podemos volver al instinto, sin tener que afrontar ningún tipo de juicio divino o interior. Tan sólo cabe la posibilidad de ser enjuiciado por nuestro entorno humano (si os parece poco). Podemos ser como el resto de los animales, o podemos decidir definitivamente ser distintos. Trascender la ley del más fuerte del mundo natural, y colmar a la humanidad de aquello que llamamos humanidad. Un sentimiento de verdadero amor hacia el hombre. Sobrevivir, sí, pero sobrevivir con dignidad. Salvar algo que merezca la pena ser salvado. Disculpad… Mi moral, mi Bien y mi Mal están ahora presentes, aunque reniegue de ellos, aunque los ignore y los oculte en las profundidades de mi pensamiento, siguen ahí. Todavía no soy libre.